Un relevamiento de la Universidad Nacional de Rosario reveló cambios significativos en los patrones de consumo de los hogares rosarinos debido a la pérdida de poder adquisitivo, un fenómeno que afecta en mayor o menor medida a todo el país. Las familias relevadas en aquella ciudad han optado por reducir gastos, priorizando la compra de segundas marcas y modificando hábitos alimentarios.
El estudio destaca que muchos hogares han comenzado a destinar la mayor parte de sus ingresos al pago de servicios esenciales, como luz, agua y gas, sacrificando el gasto en entretenimiento y actividades recreativas. Esta tendencia se ha visto acompañada por un aumento de la búsqueda de ofertas y promociones en los comercios locales.
Contexto económico adverso
La necesidad de adaptarse a un contexto económico adverso ha llevado a las familias a recurrir con mayor frecuencia al endeudamiento para cubrir gastos cotidianos. La venta de bienes personales, como electrodomésticos y artículos de valor, también se ha vuelto una estrategia de emergencia para obtener liquidez y hacer frente a imprevistos.
El mercado laboral informal se ha convertido en una salida para aquellos que buscan complementar sus ingresos. Aumentó la cantidad de personas que ofrecen trabajos esporádicos o de medio tiempo, lo que refleja una mayor precarización laboral en el sector.
Frente a esta situación, la incertidumbre económica predomina y la planificación del presupuesto familiar se ha vuelto una tarea más meticulosa y ajustada. Las decisiones de compra se toman con cautela, priorizando lo esencial y relegando lo superfluo.
En cuanto a los cambios en el consumo alimentario, se ha notado un retroceso en la calidad y variedad de los productos adquiridos. La elección de alimentos más económicos y la reducción de porciones son algunos de los cambios más notorios.
Clima familiar de estrés
La pérdida de poder adquisitivo no solo ha impactado el consumo, sino también el bienestar emocional de las familias. La presión financiera y la necesidad de ajustar continuamente el presupuesto han generado un clima de estrés e inestabilidad.
Ante este panorama, y tal como concluye el informe, las familias rosarinas intentan adaptarse con creatividad a la nueva realidad económica, priorizando la subsistencia y buscando estrategias de supervivencia que les permitan sostenerse en un contexto de crisis prolongada.