La economía argentina atraviesa un período de recesión que se ha profundizado con una caída del Producto Bruto Interno (PBI) del 3,4% durante el primer semestre, según datos oficiales del INDEC. Este retroceso refleja el impacto de diversas variables internas y externas que afectan a los principales sectores productivos del país.
Entre los sectores más golpeados se encuentran la construcción, que sufrió una contracción del 22,2%, y la industria manufacturera, con una baja del 17,4%. La disminución de la obra pública y la pérdida del poder adquisitivo de la población han reducido el consumo interno, debilitando aún más estas actividades económicas claves para el país.
El sector comercial también ha registrado una disminución significativa, como resultado de la inflación creciente y la caída del poder de compra de los consumidores. Esto ha afectado la circulación de bienes y servicios, exacerbando la crisis en un contexto donde la demanda interna se mantiene debilitada.
Sin el agro, sería mucho peor
En contraste con este panorama, la agricultura y ganadería han experimentado un crecimiento del 81,2%, favorecidos por la recuperación tras una severa sequía en 2023. A pesar de este repunte, el impacto positivo no ha sido suficiente para compensar las caídas en otros sectores.
Las proyecciones internacionales no son alentadoras. Organismos como el Banco Mundial y el FMI prevén una contracción 3,2 del PBI para finales de 2024, mientras que algunos analistas locales apuntan a una caída aún mayor, cercana al 3,8%. Esto deja pocas expectativas de mejora en el corto plazo.
La combinación de inflación, menor consumo y una política fiscal restrictiva bajo la administración del presidente Javier Milei dibuja un panorama sombrío para la economía argentina en lo que resta del año. El desafío para el gobierno será encontrar medidas que puedan reactivar los sectores más afectados y mejorar las condiciones de vida de la población.
